Han pasado años desde el estreno de Star Wars: Los Últimos Jedi, pero el debate en torno al destino de Luke Skywalker no ha cesado. A muchos fans les costó ver al otrora legendario Maestro Jedi como un ermitaño destrozado, desconectado de la Fuerza y atormentado por el fracaso.
Ahora, un nuevo cómic de Charles Soule y Luke Ross , Star Wars: Legacy of Vader #10 , revisa los momentos finales de Luke y reafirma que su sacrificio fue exactamente lo que el Maestro Jedi creía que debía ser.
En Los Últimos Jedi, el viaje de Luke se completó. Destrozado por el paso de Ben Solo al lado oscuro, abandonó su fe en la Fuerza, burlándose de la idea misma de que un hombre con una "espada láser" pudiera enfrentarse a un imperio.
Sin embargo, en el clímax de la película, eso es exactamente lo que hizo: entrar al campo de batalla de Crait para enfrentarse a Kylo Ren y la Primera Orden. El giro, por supuesto, fue que Luke nunca abandonó Ahch-To. Mediante la Fuerza, se proyectó a través de la galaxia en un imponente acto de poder que le costó la vida.
El Legado de Vader #10 de Soule añade profundidad emocional a ese sacrificio. La historia presenta un encuentro entre Kylo Ren y el Fantasma de la Fuerza de Luke, ambientado entre Los Últimos Jedi y El Ascenso de Skywalker .
Kylo, aún consumido por la ira y la culpa, usa la Fuerza, furioso porque aún siente la mirada de Luke. Lo que sigue es un intercambio inquietante que replantea por completo la muerte de Luke.
Cuando Kylo exige saber quién lo mató, la respuesta de Luke es simple y profunda:
Nadie me mató. Sacrifiqué mi vida por los demás, al servicio de algo más grande. Morí por mis amigos, mi familia y por personas que no conozco en toda la galaxia, para que pudieran vivir en paz y luz. Para eso fue mi vida.
Eso captura la esencia de Luke: no un guerrero en busca de gloria, sino un hombre definido por el amor, la compasión y la fe en los demás. Desde el momento en que juró ser «un Jedi, como mi padre antes que yo», la historia de Luke nunca se ha tratado de poder. Se ha tratado de redención, perdón y esperanza.
Yoda le dijo una vez: «Aventura. Emoción. Un Jedi no anhela estas cosas». Luke tardó años en comprender plenamente esa lección. No necesitó empuñar un sable de luz para marcar la diferencia; su mayor acto de heroísmo se produjo en la paz, no en la batalla.
Hay algo maravillosamente apropiado en la forma en que Luke encontró su fin. Sentado en meditación, rodeado por los soles gemelos de Ahch-To, encontró serenidad en la Fuerza.
Su muerte no fue una derrota, sino la culminación. Eligió cómo morir, algo que pocos Jedi podrían hacer. Y al hacerlo, se unió al mismo poder del que una vez dudó.
Star Wars: El Legado de Vader #10 no intenta reescribir la historia de Luke, la abraza. Su sacrificio no fue por espectáculo ni venganza. Fue por un propósito. Para Luke Skywalker, nunca se trató de ser el mejor guerrero de la galaxia. Se trató de ser su mayor protector.


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