Con todas las historias de Star Wars que se han contado a lo largo de los años y que se extienden a lo largo de películas, libros, programas y líneas de tiempo enteras, es fácil que los cuentos más pequeños y silenciosos pasen desapercibidos.
Uno de los mejores ejemplos es la miniserie de Marvel Comics de 2016, Star Wars: Obi-Wan y Anakin, de Charles Soule con arte de Marco Checchetto. Es una historia que merece mucha más atención de la que recibe.
Esta serie de cinco números no es otra saga de guerra galáctica ni un espectáculo cargado de sables de luz. Es una historia personal, centrada en los personajes, ambientada tres años después de La Amenaza Fantasma.
Anakin Skywalker es todavía un joven Padawan, luchando bajo la inmensa presión de ser el "Elegido". Obi-Wan Kenobi, por su parte, es un Maestro Jedi relativamente nuevo que todavía lidia con la muerte de Qui-Gon Jinn y la enorme responsabilidad de ser el mentor de un niño destinado a traer equilibrio a la Fuerza.
La historia sitúa al dúo en un planeta olvidado y desolado, donde se enfrentan a peligros físicos, emocionales y espirituales. Mientras luchan por sobrevivir, la historia se adentra en sus conflictos internos, ofreciendo una de las mejores perspectivas sobre quiénes son realmente estos dos personajes mucho antes de que sus destinos colisionen en Mustafar.
Soule describe a Anakin con empatía y precisión. Es impaciente con las enseñanzas Jedi, agobiado por las expectativas y con un discreto terror al fracaso. La historia captura tanto su arrogancia como su genuino deseo de hacer el bien. El Consejo Jedi puede venerarlo, pero hace poco por guiarlo en el camino que necesita, dejándolo aislado e incomprendido.
Obi-Wan, por su parte, sigue intentando descubrir cómo ser mentor y amigo de alguien como Anakin. Es sabio pero inseguro, honorable pero discretamente rebelde. Su devoción por su aprendiz es tan profunda que, en un momento dado, le dice a Yoda que dejaría la Orden Jedi para seguir entrenando a Anakin si este alguna vez decidiera renunciar.
Yoda le advierte que tal decisión sería una herejía, pero Obi-Wan no se inmuta. Su lealtad no es hacia los Jedi, sino hacia Anakin y la promesa que le hizo a Qui-Gon.
Esa confesión es uno de los momentos más poderosos de la serie y resume la esencia de Obi-Wan y Anakin, ya que no se trata solo de deber o destino, se trata de conexión, compasión y el costo de la lealtad.
Más allá de la relación central, la serie también analiza sutil pero agudamente las fallas de la Orden Jedi. Cuestiona la rigidez de sus enseñanzas, especialmente su insistencia en reprimir las emociones.
A través de la frustración de Anakin y su anhelo de conexión, Soule sugiere que la devoción de los Jedi por la restricción emocional podría ser parte de lo que conduce a su caída.
En cuanto al planeta, con sus extraños habitantes, sociedades fracturadas y ambigüedad moral, refleja las luchas internas de ambos Jedi. Las personas que conocen los obligan a afrontar decisiones complejas y a ver más allá de las definiciones simplistas de luz y oscuridad del Código Jedi. Es un reflejo brillante de las zonas grises que definen a Star Wars en su máxima expresión.
Lo que hace a Obi-Wan y Anakin tan cautivador es que no necesita ser estridente para ser poderoso. Es una historia profunda que profundiza en las raíces emocionales de dos personajes que han moldeado el universo de Star Wars más que nadie.
Si alguna vez has querido comprender el vínculo entre estos dos personajes, cómo se formó, dónde empezó a fracturarse y por qué fue tan importante, esta miniserie es una lectura imprescindible. Es una de esas increíbles historias de Star Wars que te recuerda lo ricas y humanas que pueden ser.
A veces, las mejores historias de Star Wars no son las más grandes. Obi-Wan y Anakin demuestra que incluso en los rincones más pequeños de la galaxia, hay espacio para una narrativa potente.

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